«Durante la pandemia, en muchas organizaciones, el ritmo de la automatización se acrecentó y nada indica que ese impulso se detenga. Es más, se piensa que continuará acelerándose.»
No nos equivocamos al señalar que nuestras vidas cambiaron con la pandemia. Si miramos en perspectiva y reflexionamos respecto de la amplitud y velocidad de lo que sucede a nuestro alrededor podemos trazar una línea imaginaria que separe la vida antes y después del período más duro de la crisis y cómo aquello nos plantea interrogantes respecto del futuro. Lo ocurrido nos ha obligado a cuestionar muchos elementos de nuestra vida cotidiana, laboral y profesional, lo que verdaderamente importa, nuestros hábitos, rutinas, valores y demasiadas otras cosas. En un corto período, nosotros, nuestras empresas y organizaciones, colaboradores y clientes no somos los mismos de antes.
Ahora que estamos retomando nuestras labores «habituales», hemos de reconocer el surgimiento de muchas nuevas realidades, aunque algunas puedan parecer obvias, pero que de alguna manera, igual serán temas en libros, seminarios, artículos, conferencias, etc. en los años venideros.
Debido a las crisis, nuestros clientes externos e internos cambian. Por lo tanto, las organizaciones han de tener respuestas claras, rápidas y pertinentes para enfrentar adecuadamente las preguntas y demandas de sus interlocutores. No sólo los aspectos tecnológicos son relevantes sino que también las formas de hacer las cosas, la organización, la gestión organizacional y la gestión de las competencias de los colaboradores. En pocas semanas se levantaron grandes infraestructuras para posibilitar que los empleados pudiesen trabajar desde sus hogares. Si producto de esto se han detectado puestos de trabajo que no requieren de presencialidad los cinco días de la semana, ¿significará aquello un cambio en la cultura del trabajo in situ?
Durante la pandemia, en muchas organizaciones el ritmo de la automatización se acrecentó y nada indica que ese impulso se detenga en el futuro. Se piensa que continuará acelerándose. ¿Cómo se manifestará esta tendencia y cuál será su impacto en los puestos de trabajo, las competencias que los definen y también sobre los comportamientos de nuestros clientes? Durante el período de teletrabajo y de confinamiento muchos de nuestros colaboradores adquirieron una mayor autonomía laboral, ya que estaban, en cierto modo, autorizados a organizar su propio trabajo. Dicha autonomía «adquirida» ¿será la misma cuando se restablezca la modalidad habitual de trabajo? ¿De qué forma podríamos encauzar las perspectivas futuras en este ámbito para un mejor desarrollo del talento y del potencial humano involucrado?
Muchos de nuestros colaboradores pasaban casi inadvertidos antes de la crisis, pero brillaron durante la pandemia. No vale excusarse con el «para eso les pago». Durante los momentos más álgidos del problema, debieron asumir las labores más expuestas, incluso corriendo riesgos de contaminarse. Pasado el período de crisis: ¿Habrá que reformular arcaicos métodos de evaluación del desempeño y de reconocimientos en nuestras organizaciones y con ello colaborar con la instalación de mejores formas de reconocimiento y mejores climas laborales?
La crisis nos ha mostrado que eventos de gran magnitud, aparentemente inimaginables, son posibles y susceptibles de reproducirse de variadas formas: cyber ataques, catástrofes ecológicas, guerras globales, etc. ¿Cómo podemos asegurar el devenir de nuestros productos y servicios y de nuestros colaboradores? Esta y otras preguntas debemos tenerlas presente en nuestras mentes y escritorios.
Carlos Baquedano Venegas, Facultad Ciencias Económicas y, Administrativas, Universidad de Concepción,- |
Comentarios recientes