Pareciera ser que la letra B es sinónimo de algo no muy exitoso (no por nada se escucha con un dejo de frustración eso de “irse a la B”…)
“Lado B” tradicionalmente ha sido una expresión utilizada con cierta connotación negativa o al menos sugiriendo algo oculto o secreto. Pareciera ser que la letra B es sinónimo de algo no muy exitoso (no por nada se escucha con un dejo de frustración eso de “irse a la B” o si nos clasifican en algún grupo queremos ser parte del “A”, no del “B”).
Sin embargo, para una cantidad cada vez mayor de personas y empresas, desde hace ya un tiempo esto no es así y la letra B, tal como señala una de las frases que mejor identifica a este gran movimiento, es sinónimo de redefinir el sentido del éxito. Representa a instituciones que creen en un modelo económico que combina y equilibra perfectamente el propósito con las ganancias esperadas. Organizaciones para las que el medioambiente y la comunidad son tan importantes como el mercado, los clientes y sus colaboradores; para quienes un sistema económico puede y debe ser una fuente de inclusión y equidad.
Se trata de las Empresas B. Llamadas así no porque existan Empresas A, su nombre proviene del concepto de “Benefit Corporation”. Son más de 3.800 alrededor del mundo, casi 700 en Latinoamérica y más de 170 en Chile; todas parte de un movimiento que cuestiona el hecho de que la economía crezca solo financieramente, muchas veces a costa de un deterioro en la naturaleza, en el bienestar y en la calidad de vida de las personas. Un movimiento que recupera y releva los conceptos de sentido e impacto de los negocios, y que considera como materia prima necesaria a la empatía, la transformación y el cambio. Pero no es suficiente con creerlo, es importante realizar acciones concretas para demostrarlo; las Empresas B deben certificarse para serlo realmente, se comprometen con un nuevo modelo de negocio, con indicadores que permitan generar significativos impactos en su entorno. Es un compromiso institucional y estratégico, ajustan sus estatutos, cambian su cultura organizacional, promueven ambientes de trabajo innovadores y realizan una serie de actividades que tradicionalmente no han abordado las empresas. Nada fácil el camino que escogen estas organizaciones, pero sin duda las motiva una forma de hacer negocios que apunte al desarrollo sostenible que hoy el planeta necesita.
Y si las empresas pueden hacerlo pese a que muchas veces poseen estructuras rígidas o culturas muy tradicionales y fuertemente arraigadas, entonces ¿porque no podemos nosotros como ciudadanos también adoptar este enfoque en nuestro propio quehacer? ¡Sigamos su ejemplo y el de miles de académicos de américa latina que comparten conocimientos sobre el movimiento B, de la comunidad de abogados B que buscan desarrollar el lenguaje legal de las empresas B, de las 7 ciudades +B que existen alrededor del mundo y de los más de 3.600 multiplicadores B!
Hoy el mundo nos impone permanentes desafíos, nuevas problemáticas sociales y ambientales que nos afectan. El fin de la pandemia sin duda dejará efectos socioeconómicos importantes y tal como ya han señalado los expertos, sentimientos de desesperanza en muchas personas. Practiquemos entonces desde ya este cambio de paradigma, seamos empáticos, consideremos en nuestras decisiones el impacto que ellas provocan, busquemos el equilibrio entre nuestro propósito personal y el bien común, mostremos nuestro “lado B”.
Michelle Tobar
Académica FACEA UDEA
Directora del Departamento de Administración
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